Capítulo 2 – La Segunda Sombra

Mamá tiene otra vez lágrimas en sus mejillas. Solloza desconsolada en un rincón de la habitación. Veo brotar de sus ojos más lágrimas que nunca.

Al llorar hace ruidos extraños. Car y yo corremos a la otra esquina de la sala. Nos escondemos bajo la mesa y nos tapamos los oídos. Quiero preguntarle a mamá porque llora pero no encuentro las palabras. Quiero hablar. Hay tantas cosas que quiero decir. Tantas palabras. Pero no puedo.

El Hombre Malo está en la habitación. Grita. Camina de forma nerviosa de un lado a otro. De repente, y sin venir a cuento, comienza a golpear las paredes.

Se acerca a mí. Me saca de un tirón de debajo de la mesa. Levanta la mano.

Duda un instante y acto seguido me pega en la cara con la palma de la mano. El chasquido del golpe se retumba en toda la casa.  Mamá grita. Le llama hijo de puta. Él le dice que la puta es ella. Que es una zorra y que por eso va a follársela.

“Voy a follarte, quieras o no” – le dice.

Intento dormir.

Cuando el Hombre malo me pegó no lloré. Ya no tengo lágrimas. Tantos gritos, golpes y ruido nos mantienen a Car y a mí despiertos.

Me duele la barriga.

Los guisantes que comí hacen que mis tripas se retuerzan. Vomito.

El Hombre Malo monta en cólera. He vomitado. No quería vomitar. Quise explicárselo. Yo no quería. No me escucha.

El Hombre Malo está ahora sobre mamá. Ella no hace ningún ruido. No hace nada. Él se mueve de atrás hacía delante. La empuja una y otra vez con sus caderas. Aprieta los dientes. Hace ruidos. Mamá no dice una sola palabra. De repente comienza a llorar. Gira la cabeza y me mira.

“Mira para otro lado cariño, no mires” – me dice. Ese soy yo, “Cariño”.

¿Qué no mire el qué? ¿A dónde se supone que tengo mirar?

Mamá comienza a gemir. Él sigue encima de ella. Obedezco a mamá y miro a Car. Lo aprieto fuerte contra mi pecho y le obligo a mirarme a mí. Ahora Car tampoco puede ver nada.

Quiero decirle a Car que el Hombre Malo está haciendo daño a Mamá. Que él debería ayudarla.

Abro la boca pero no consigo que de ella salga palabra alguna. De repente el Hombre Malo y mamá al fin se quedan quietos.

Él ya no se mueve. Mamá tiene sus brazos alrededor de él. Parece que le esté abrazando. El Hombre Malo nunca me ha abrazado. Solo mamá me abraza. El hombre malo se levanta. Me mira. Sus ojos son malos. Sus ojos son tan malos como él.

Cojo a Car y lo abrazo con fuerza.

Me doy cuenta de que estoy abrazando tan fuerte a Car que podría estar haciéndole daño. Le miro. Me mira. Tengo miedo de haberlo aplastado. Por suerte Car está bien.

“¿Qué estas mirando capullo?” – Hoy también soy “Capullo”.

Cariño, Christian, Capullo, Bastardo.

No sé de qué habla pero tengo miedo de no responder y que me vuelva a hacer daño.

Asiento con la cabeza.

Car me ha dicho que asienta con la cabeza, que es lo que el Hombre Malo espera de mí. Se ríe. Saca un palo de luz de bolsillo y lo enciende. Mis piernas se aflojan y comienzo a temblar. Es miedo. Vuelve a pegarle una patada a mamá.

“¿Lo ves puta?, al pequeño bastardo le gusta mirar. Quizás acabe convirtiéndose en un hombre al fin y al cabo”

Mamá. No puta. Su nombre es mamá. De nuevo muevo los labios pero no me salen las palabras.

“¡Es solo un niño, hijo de puta!”. “¡Déjame en paz!”. “¡Nunca vuelvas a hacerme esto delante de él!” – Mamá vuelve a gritar.

Me duele la cabeza. ¿Niño? ¿Otro nombre? Porque todo el mundo tiene tantos nombres? ¿No hacer el qué delante mío?

“No me hables así zorra o le pego una paliza al bastardo. Te aseguro que será mucho peor que haber mirado”. – El hombre malo vuelve a perder el control otra vez. Está loco. Siempre ha estado loco. Mamá no vuelve a alzar la voz. Vuelve al rincón de la habitación y comienza otra vez a llorar. ¿Puta o zorra? Creí que su nombre era mama. Quizás todos tenemos más de un nombre.

Miro a Car. Está en el suelo. Lo recojo con cuidado. Car solo tiene un nombre.

Me siento mal por no haberle dado también otro nombre. Me prometo a mi mismo buscar otro nombre con el que poder llamarlo.

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