No me gusta que Anastasia se vaya a Georgia. Y mucho menos me gusta que tenga una actitud soberbia cuando le saco el tema.

Le he preguntado si tenía dinero y se ha burlado de mí. Ha dicho un “sí” como tratándome de pesado. Sin embargo, creo que mi expresión la ha asustado, porque de inmediato, se corrige.

—Sí tengo, gracias —me dice temerosa.

Muy bien, esa es mi chica.

Intentaré ayudarla. O controlarla, no sé yo.

—Tengo un jet. No se va a usar hasta dentro de tres días; está a tu disposición—le ofrezco con calma.

Me mira asombrada. No sabe muy bien cómo reaccionar. Duda y, luego, habla.

—Ya hemos abusado bastante de la flota aérea de tu empresa. No me gustaría volver a hacerlo—me dice altanera, tratando de darse aires.

Pero, por supuesto, puedo ponerla en jaque en un suspiro.

—La empresa es mía, el jet también—le digo.

Mi voz suena ofendida y puede que lo esté, me molesta cuando quiere tener razón y no la tiene.

—Gracias por el ofrecimiento, pero prefiero coger un vuelo regular—insiste.

No sé qué debería hacer con ella.

Quizá podría explicarle las ventajas de viajar en el jet privado. Pero sé que su problema no pasa por ahí.

Me limito a dejarlo y ya.

—Como quieras.

Parece aliviada al escucharme. Mejor así, no quiero que se sienta presionada.

—¿Tienes que prepararte mucho para las entrevistas?—le pregunto, cambiando de tema.

—No.

Es evidente que no quiere darme información al respecto. Teme que utilice mis contactos para lo que sea. Es demasiado orgullosa como para permitirlo.

Pobre, señorita Steele, aún todavía no se imagina de lo que soy capaz.

—Bien. No vas a decirme de qué editoriales se trata, ¿verdad?

—No—responde seria.

Anastasia pretende ser autosuficiente y no se da cuenta de que eso es innecesario si está a mi lado.

Sonrío, no puedo evitarlo.

—Soy un hombre de recursos, señorita Steele—le digo en tono sugerente.

Pero no cambia de actitud. Sigue seria y firme en su postura.

—Soy perfectamente consciente de eso, señor Grey. ¿Me vas a rastrear el móvil?—pregunta.

—La verdad es que esta tarde voy a estar muy liado, así que tendré que pedirle a alguien que lo haga por mí.

Me mira asombradísima. No puede creer lo que escucha. Parece indignada. Y a mí, me divierte.

—Si puedes poner a alguien a hacer eso, es que te sobra personal, desde luego.

Podría estallar en una carcajada, pero no lo hago.

—Le mandaré un correo a la jefa de recursos humanos y le pediré que revise el recuento de personal —respondo irónico.

Luego, nos quedamos en silencio.

La señora Jones sirve el desayuno. Comemos y ninguno de los dos dice nada.

Anastasia bebe y come la tortilla con ganas. Parece que los nervios le han abierto el apetito.

Luego, la señora Jones recoge las cosas y sale de la cocina.

Finalmente Anastasia me mira. Está seria y expectante.

—¿Qué pasa, Anastasia?

—¿Sabes?, al final no me has dicho por qué no te gusta que te toquen.

Oh, mierda, volvemos con eso. Creo que le he dado demasiada información, pero parece que no le alcanza.

No quisiera seguir hablando del tema.

—Te he contado más de lo que le he contado nunca a nadie —le digo.

Se queda mirándome pensativa.

Pasan unos minutos.

Me alegra que no insista con sus preguntas.

Tenemos que concentrarnos en lo importante.

—¿Pensarás en nuestro contrato mientras estás fuera? —pregunto.

—Sí.

Odio cuando solo pronuncia respuestas monosilábicas.

Quiero saber más. Necesito saberlo.

—¿Me vas a echar de menos?—le digo.

No esperaba esa pregunta, lo noto en su expresión extrañada.

—Sí —mi dice. Y puedo notar que es sincera.

Me hace bien escuchar eso. Sonrío.

—Yo también te voy a echar de menos. Más de lo que imaginas —le confieso.

De repente, siento un poco de angustia ante la inminente despedida. Tengo deseos de quedarme con ella.

Pero sé que en un rato empiezan sus entrevistas. Y yo tengo una tarde liada y aburrida.

Antes de despedirnos le digo que tendrá que llevar a Georgia la BlackBerry y el Mac. No quisiera que perdiéramos la comunicación.

En efecto, toda la tarde es complicada y aburrida. Solucionar problemas.

Me pregunto cómo le estará yendo en sus entrevistas a la señorita Steele.

Por momentos, estoy tentado a escribirle un mensaje, pero me lo reprimo. Sé que no va a leerlo y sé que me pondré ansioso esperando su respuesta que no llegará.

Me sorprendo de estar sintiendo eso. Yo, Christian Grey, ansioso por recibir la respuesta de una mujer. Yo, que siempre las he controlado y manipulado, ahora estoy hechizado por Anastasia.

Seguro que le irá bien en las entrevistas. Yo me encargaré de solucionarlo.

Mi tarde es larga y la ausencia de Anastasia la vuelve más interminable aún.

Sobre las siete, descubro que ha llegado un correo de ella.

Fantástico. Es la primera vez que me escribe espontáneamente.

De: Anastasia Steele

Fecha: 30 de mayo de 2011 18:49

Para: Christian Grey

Asunto: Entrevistas

Querido señor:

Las entrevistas de hoy han ido bien.

He pensado que igual te interesaba.

¿Qué tal tu día?

Ana

Disfruto leyendo sus palabras. En especial, porque yo también estaba ansiando hablar con ella.

Si te ha gustado, compártelo!
FacebookTwitterGoogle+

Recibe los capítulos directamente en tu buzón

 

0 Comentarios

Deja un comentario.

Deja un comentario