Regresamos a la casa con Mia que no deja ni por un instante de hacer grandilocuentes demostraciones de alegría sobre lo maravillosa que ha sido la cena y el encuentro familiar.

Cuando me mira le sonrío complacido. Mi hermana siempre ha sido muy buena conmigo y la quiero mucho a pesar de que, a veces, se ponga tan pesada.

Entramos a casa justo para la despedida de Elliot y Katherine.

Ana saluda a su amiga y le susurra algo. Murmuran cosas, Ana parece un poco ofendida, pero Kate le saca la lengua, burlona. Mi hermano me da un abrazo feliz. Por momento siento la tentación de darle ánimos, pero prefiero no bromear sobre su hostil novia.

Los acompañamos hasta la puerta. Mi saludo con Kate es cordial y, por suerte, ella también mantiene las formas. Cuando se alejan, me acerco a Ana y le digo:

—Nosotros también deberíamos irnos… Tienes las entrevistas mañana.

Ana asiente, pero parece que está pensando en otra cosa.

En la despedida, Mia se abalanza sobre Ana y le da un abrazo que parece ahogarla.

—¡Pensábamos que nunca encontraría una chica! —exclama mientras lo hace.

Oh, mi querida hermana, ¿de verdad tiene que decir eso? Se me hace gracioso de tan insoportable.

A Ana la incomoda un poco, pero rápidamente pasa.

Anastasia concentra la atención de todos. Mamá también la saluda efusivamente para lo que suele ser su estilo. No quiero que la abrumen, entonces, la cojo de la mano y la acerco hacia mí.

—No me la espantéis ni me la miméis demasiado —finjo quejarme.

—Christian, déjate de bromas —me dice mamá, regañándome con esa dulzura en los ojos que la caracteriza.

Mi padre no presta atención a mis palabras y cuando Ana le tiende la mano, él le suelta un abrazo que la descoloca.

—Por favor, llámame Carrick—le dice con una sonrisa— Confío en que volvamos a verte muy pronto, Ana.

Taylor nos espera en el coche.

Le abro la puerta trasera a Ana y dejo que suba. Luego, comento con Tayler la ruta de regreso que vamos a escoger.

Subo al coche. De repente, tengo la sensación de cierto deber cumplido. Ya ha pasado la cena y todo ha salido bien.

La miro a Anastasia. Una nueva cosa que hemos superado juntos.

—Bueno, parece que también le has caído bien a mi familia.

No responde. Mira por la ventana. Observa como el coche arranca y comenzamos a alejarnos.

Una vez más la señorita Steele está perdida en su propios pensamientos. Pareciera que está preocupada por algo. A veces es imposible entender a Anastasia.

La observo fijamente, pero ella no me mira. Está atenta algún punto remoto de la carretera.

Me pregunto si le habrá molestado algo o se habrá sentido incómoda. Mia es avasallante, pero demasiado cariñosa como para resultar molesta.

¿Qué le pasa a Anastasia?

Mientras la miro, me doy cuenta de lo hechizado que me tiene. Aquí estoy, siempre pendiente de sus movimientos.

Entonces, finalmente, se da la vuelta y me mira.

—¿Qué? —le pregunto con dulzura.

Duda. Quiere empezar a hablar pero no lo hace.

Evito ponerme impaciente.

Entonces, reflexiona un momento más y responde un poco insegura.

—Me parece que te has visto obligado a traerme a conocer a tus padres. Si Elliot no se lo hubiera propuesto a Kate, tú jamás me lo habrías pedido a mí.

Me sorprende escuchar esas palabras. Siempre está pensando mal y no puedo entenderlo. Me pregunto si soy yo o mi propia oscuridad la que hace que se sienta tan insegura.

—Anastasia, me encanta que hayas conocido a mi s padres. ¿Por qué eres tan insegura? No deja de asombrarme. Eres una mujer joven, fuerte, independiente, pero tienes muy mala opinión de ti misma. Si no hubiera querido que los conocieras, no estarías aquí. ¿Así es como te has sentido todo el rato que has estado allí?

Parece alegrarse al escuchar eso. Creo que he dado con la respuesta correcta. Y me hace bien, porque también es la verdadera.

Quiere decir algo más, pero lo mira a Taylor preocupada. Supongo que siente vergüenza. Si Taylor no fuera de mi máxima confianza, no estaría aquí.

—No te preocupes por Taylor. Contéstame—le digo, para darle seguridad.

Con voz tímida sigue confesando su preocupación.

—Pues sí. Pensaba eso. Y otra cosa, yo solo he comentado lo de Georgia porque Kate estaba hablando de Barbados. Aún no me he decidido.

Me gusta que se abra, que me cuente las cosas tal como son. Necesito que me tenga confianza. No quiero que tenga miedo conmigo.

—¿Quieres ir a ver a tu madre?

—Sí.

Bueno, no hay nada para enfadarse. Hace tiempo que no ve a su madre, es lógico que quiera estar un tiempo con ella y más en un momento tan importante de su vida.

De repente, siento dentro de mí algo extraño. Oh, de verdad que me apetecería mucho ir con ella. ¿Me he vuelto loco? No puedo estar sintiendo esto.

Trato de calmarme, pero sé que no tengo nada para pensar al respecto. Quiero ir con Ana a Georgia y eso no cambiará. Así que, tal vez, lo mejor es que se lo diga.

La miro. Ella también está atenta a lo que me está pasando. Sabe que quiero decir algo y está esperándolo.

—¿Puedo ir contigo? —le pregunto sin más vueltas.

Sus ojos se abren grandes. La he sorprendido.

—Eh… no creo que sea buena idea—responde titubeante.

—¿Por qué no?

—Confiaba en poder alejarme un poco de toda esta… intensidad para poder reflexionar.

La miro. ¿Reflexionar? ¿Sobre qué necesita reflexionar? Trato de no enfadarme e intento entenderla. ¿La abruma mi personalidad?

—¿Soy demasiado intenso?— le pregunto.

Sorpresivamente, suelta una carcajada.

—¡Eso es quedarse corto!— me responde entusiasmada.

Por un momento me molesta, pero después creo que no está tan mal que se burle un poco y se relaje. Eso hace que se relaje y que me cuente lo que le sucede.

—¿Se está riendo de mí , señorita Steele?

—No me atrevería, señor Grey —me dice como una nena traviesa, fingiendo ostensiblemente seriedad.

La observo un momento antes de seguir hablando. Apenas entra la luz de la carretera. La noche está oscura y solo su sonrisa parece iluminarla.

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