Hemos terminado de desayunar y vamos hacia el baño. Nos daremos un delicioso baño juntos.

Abro el grifo y vierto el gel con aroma de jazmín. El agua crece y la espuma se va formando.

Me quito la camiseta y le tiendo la mano.

—Señorita Steele —la invito.

Me coge de la mano y se mete en la bañera. Todavía lleva mi camisa puesta, lo que vuelve aún más sexy la situación.

—Gírate y mírame —me ordena en voz baja.

Me hace caso inmediatamente.

Miro su rostro y veo como se está mordiendo el labio inferior.

—Sé que ese labio está delicioso, doy fe de ello, pero ¿puedes dejar de mordértelo? Cuando te lo muerdes, tengo ganas de follarte, y estás dolorida, ¿no?

Una vez más, me hace caso inmediatamente. Me encanta ver su cara de asombro cuando le hablo.

Experimento mucho placer al ver cómo responde a mis órdenes. No hay dudas de que Anastasia es una sumisa, aunque todavía no lo sepa.

Cuando deja de morderse el labio, se lo indico:

—Eso es. ¿Lo has entendido?

Asiente con la cabeza.

—Bien.

Luego, veo que todavía lleva el iPod en el bolsillo de la camisa. Me acerco y se lo quito.

—Agua e iPods… no es una combinación muy inteligente.

Luego, le quito la camisa. Me retiro hacia atrás para contemplarla.

Joder, es tan sexy. Su piel es blanca y perfecta. Sus tetas tienen una caída perfecta. Sus pezones que comienzan a endurecerse solo por mi mirada.

Sin embargo, ella está nerviosa. Mira hacia abajo.

—Anastasia, eres muy guapa, toda tú. No bajes la cabeza como si estuvieras avergonzada. No tienes por qué avergonzarte, y te aseguro que es todo un placer poder contemplarte.

Sostengo su rostro y hago que levante la cabeza para que me mire. Ahí está. Es hermosa y no sé en qué estará pensando en este momento.

—Ya puedes sentarte —le indico.

¿Qué haremos esta vez? Todavía no lo sé. Deseo follarla pero creo que está dolorida. No me apresuro, nuestros mismos cuerpos nos indicarán el ritmo.

Se mete en la bañera. La espuma comienza a taparla. Primero parece algo incómoda. Luego, se va relajando. Cierra los ojos.

Su expresión es de una belleza extrema. Me encanta contemplarla. Abre los ojos y ve que lo estoy haciendo.

—¿Por qué no te bañas conmigo? —me propone.

Me gusta mucho que lo haga. Me alegra que se vaya relajando, que vaya adquiriendo confianza.

—Sí, muévete hacia delante —le ordeno.

Me quito los pantalones y entro a la bañera. Me coloco justo detrás de ella. Pongo a Anastasia contra mi pecho.

Luego, ubico mis piernas sobre las suyas y abro sus piernas con mis pies.

Tengo mi nariz entre su cabello.

—Qué bien hueles, Anastasia.

Su cuerpo se estremece. Puedo sentir su excitación a través de la piel.

Cojo la botella de gel, pongo un poco en mi mano y hago espuma.

Coloco las manos sobre el cuello de Anastasia y voy hacia sus hombros masajeándolos con fuerza..

Siento sus gemidos. Sonrío de placer.

—¿Te gusta?

—Mmm.

Avanzo con mis manos hacia sus pechos. Comienzo a masajearlos. Mis dedos se deslizan entre sus pezones.

Ana reacciona en seguida. Su cuerpo se arquea contra mí, hace que mis manos presionen sus pechos.

Mi erección cada vez es más fuerte. Ya puede sentirla contra su culo.

Ana jadea y arquea su cuerpo de placer.

Coloco más gel en mis manos. Ahora me encargo de sus piernas. Las froto. Comenzamos a movernos al ritmo de los movimientos.

—Siéntelo, nena —le digo al oído—. Siéntelo para mí .

Aprisiono sus piernas con las mías contra la bañera. Allí la tengo, deseosa y abierta para mí. Puedo hacer lo que quiera con ella.

—Oh… por favor —me pide.

Es muy estimulante saber que es tan receptiva. Pero ahora dejaré que ella tome algunas iniciativas.

—Creo que ya estás lo suficientemente limpia —le digo.

Me detengo. Quedo a la espera de su reacción.

—¿Por qué te paras? —me pregunta alarmada.

—Porque tengo otros planes para ti, Anastasia.

Me gusta darle placer. Pero también me gusta recibirlo. Quiero verla en acción.

—Date la vuelta—le ordeno—. Yo también tengo que lavarme.

Responde de inmediato. Observa mi pene, asombrada.

—Quiero que, para empezar, conozcas bien la parte más valiosa de mi cuerpo, mi favorita. Le tengo mucho cariño.

Una sonrisa invade mi rostro.

Ana no sabe qué hacer. Pero lo que está viendo le gusta y se le nota en la mirada. Tiene los ojos clavados en mi miembro completamente erecto.

Entonces, logra reaccionar.

Coge el gel y hace espuma entre sus manos. Me mira fijamente. Muy bien, señorita Steele, va muy bien.

Muerde su labio inferior. ¿Lo hace a propósito? Sí, esta vez sí. Pasa la lengua por la zona que acaba de morderse. Me empiezo sentir más y más excitado y me cuesta no abalanzarme sobre ella.

Quiero que siga actuando desde su propia iniciativa.

Coge mi miembro. Esto es maravilloso. Lo hace muy bien. Lo aprieta.

Pongo mi mano sobre la suya indicándole el movimiento: arriba y abajo.

—Así —le muestro con cuidado.

Anastasia repite el movimiento ella sola. Lo hace espectacularmente bien. Cierro los ojos para disfrutarlo aún más.

Me encanta cómo me toca. Me gustan nuestros cuerpos desnudos y juntos. Siento su mano subir y bajar por mi pene.

—Muy bien, nena—la aliento.

Esto se pone cada vez mejor.

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