Me despierto y veo que afuera ya es de noche. Estoy en la cama, abrazado a Anastasia. Ella está completamente dormida.

La observo un momento. Sé que hay prisa, pero me encanta mirarla mientras duerme. Me fascina verla así, indefensa, sin posibilidad de decir nada, sin su lengua viperina en acción.

Sonrío ante mis pensamientos y me dispongo a despertarla. No podemos llegar tarde a la casa de mis padres.

Comienzo a darle besos suaves al costado de su cara. Lentamente se despierta, pero parece no querer hacerlo.

Como una niña pequeña se esconde debajo de la almohada.

—Anastasia, despierta —le digo jugando a ser su padre.

—No —dice con voz de llanto burlona.

—En media hora tenemos que irnos a cenar a casa de mi s padres —le recuerdo.

Eso seguro que la hará despertar.

No puedo dejar de mirarla. La forma en que abre los ojos, la dulzura de su rostro despejándose del sueño.

—Vamos, bella durmiente. Levanta. Te he traído algo de beber. Estaré abajo. No vuelvas a dormirte o te meterás en un lío — la amenazo con un poco de broma.

Le doy otro beso y salgo de la habitación.

Voy hacia el cuarto de baño. Me doy una ducha rápida y me visto. Me doy cuenta de que dentro de los bolsillos de mi vaquero están todavía sus bragas. Oh, sería deliciosamente divertido verla en la cena familiar sabiendo que no lleva ropa interior. Me divierte mucho la idea.

Me pongo un pantalón de franela gris y dejo las bragas en mi bolsillo. Me termino de vestir y voy hacia el salón. Es una noche ideal para escuchar a Frank Sinatra.

Me siento en el sillón. Hoy es la primera vez que mi familia me verá al lado de una mujer. ¿Anastasia es especial o solo ha sido una serie de hechos fortuitos que desembocaron en esto? Es innegable que se han dado demasiadas cosas juntas: que Elliot se liara con Kate, que le contara a Grace, que ella decidiera venir a casa, que me sorprendiera con Anastasia, que entre ellas hubiera una sintonía especial…

Creo que la situación me asusta y me divierte por parte iguales. Es verdad que hay algo de mi forma de ser que no puedo compartir con mi familia y que nunca podré hacerlo.

Por ahora, me limitaré a escuchar las canciones de Frank y esperar que baje Anastasia.

Voy hacia el ventanal a observar el mundo a mis pies…Ana baja. Está simplemente hermosa. El vestido le queda increíble. Sonrío.

—Hola —me dice en voz baja.

—Hola. ¿Cómo te encuentras?

Ojalá se sienta tan bien como se ve. Su rostro está radiante.

—Bien, gracias. ¿Y tú?— me responde dulcemente.

—Fenomenal, señorita Steele.

Sonrío. Disfruto, no puedo pensar demasiado. Tampoco puedo accionar.

—Frank. Jamás te habría tomado por fan de Sinatra—me dice de repente.

Me gusta sorprenderla.

—Soy ecléctico, señorita Steele —respondo.

Me acerco a Ana hasta tenerla enfrente. La miro. Acaricio su mejilla y la siento vibrar en la yema de mis dedos.

—Baila conmigo —le propongo.

Subo el volumen. Comenzamos a bailar por el salón. Las luces de la noche de Seattle que entran por el ventanal son la iluminación perfecta.

Nos desplazamos por todo el lugar. Ana me sigue con mucha docilidad. Se ríe, se la percibe feliz.

Termina la canción. Ha sido un baile estupendo.

—No hay bruja más linda que tú— digo y la beso—. Vaya, esto ha devuelto el color a sus mejillas, señorita Steele. Gracias por el baile. ¿V amos a conocer a mis padres?

Me mira asustada. Es evidente que la idea de conocer a mis padres le da miedo.

Por otra parte, me río por dentro pensando en lo de las bragas. ¿Cuándo me lo dirá?

—De nada, y sí, estoy impaciente por conocerlos —me contesta lo más tranquila.

¿No me dice nada? No puedo creerlo. ¿Piensa ir a conocer a mis padres sin bragas? Oh, señorita Steele, esto es demasiado hasta para mí.

—¿Tienes todo lo que necesitas?

—Sí , sí —me responde haciéndose la inocente.

—¿Estás segura?—insisto.

Asiente con la cabeza. Sonrío y niego con la cabeza. No puedo creerlo. De verdad que esto es increíble.

—Muy bien. Si así es como quiere jugar, señorita Steele—me limito a responderle.

La cojo de la mano y la llevo hacia el ascensor. No hablamos.

Ya dentro del ascensor me observa de reojo. Me divierte que vaya a casa de mis padres sin bragas. Creo que va a ser muy entretenido. Y ahí mismo la frase “casa de mis padres” me angustia. Siento que mi ánimo se transforma en menos de un segundo. ¿Podré presentarles a una chica como si yo fuera un chico más? Como hace Elliot, como cualquier otro de mi edad.

Me siento un estafador. Nos veo de la mando en el reflejo del ascensor y algo dentro de mí sabe que todo esto es mentira. Estoy engañando a todos.

Anastasia es una sumisa y me excita hacer con ella lo que quiera. Soy eso, no debería olvidarlo.

Salimos del ascensor.

Taylor nos espera con el Audi preparado.

La dejo pasar y me siento a su lado.

Vamos en silencio por la carretera.

Miro por la ventanilla. ¿Anastasia podrá imaginar algo de mi infancia, de mi verdadera historia?

Soy un controlador. Nunca podré estar tranquilo. No puedo armar una pareja con un proyecto de familia como hacen todos. No soy yo. No está en mi esencia.

Iré a la cena y seguiré la farsa ante todos. Pero en mi interior sé que nada de esto es real. Solo quiero darle azotes y que cumpla mis órdenes. Eso es lo que soy.

—¿Dónde has aprendido a bailar? —escucho que me pregunta de repente.

Salgo de mi soledad y la miro. Es hermosa.

—¿En serio quieres saberlo? —le pregunto en voz baja.

Me mira un poco desilusionada. Intuye que la respuesta no le gustará. Pero, fiel a su estilo responde:

—Sí —con esa seguridad que le brota a veces.

Sé que no le va a gustar la respuesta, pero no quiero mentirle. Nunca la he engañado, no me gusta decir cosas que no son verdad.

—A la señora Robinson le gustaba bailar—le cuento.

Trata de disimular que le molesta la respuesta.

—Debía de ser muy buena maestra.

—Lo era—le respondo.

Ya lo dije, no voy a mentirle, aunque no le guste mi verdad.

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