Escuchar la voz de mi madre me altera, pero trato de tomarlo con calma.

Me siento en la cama y tiro el condón.

—Vamos, tenemos que vestirnos… si quieres conocer a mi madre— le digo sonriendo.

Me pongo los vaqueros de golpe.

Ana me mira desde la cama.

—Christian… no puedo moverme— me dice.

La miro. Está atada a la cama. Me río. Me inclino y la desato. Luego, le doy un beso en la frente.

De repente, Ana se da cuenta de que no tiene ropa limpia y entra en pánico.

—Quizá debería quedarme aquí— me dice asustada.

Me sorprende su comentario. Por supuesto no lo permitiré.

—No, claro que no. Puedes ponerte algo mío.

Termino de vestirme. Ana me mira, algo piensa, aunque no logro descubrir de qué se trata. No me gusta que se ponga mal.

—Anastasia, estarías preciosa hasta con un saco. No te preocupes, por favor. Me gustaría que conocieras a mi madre. Vístete. Voy a calmarla un poco. Te espero en el salón dentro de cinco minutos. Si no, vendré a buscarte y te arrastraré lleves lo que lleves puesto. Mis camisetas están en ese cajón. Las camisas, en el armario. Sírvete tú misma.

Me mira desconcertada. No puede reaccionar. Espero que reaccione pronto y salgo de la habitación.

Mi madre me saluda efusivamente. Trato de controlar la situación.

Después de unos minutos no puede resistirlo y me pregunta quién mi acompañante.

Le digo que es Anastasia Steele, una joven bella que estará con nosotros en un momento. Está terminando de arreglarse, le aclaro.

Por suerte, Anastasia sale rápidamente. Se ha recogido el cabello y se la ve hermosa.

Me levanto del sofá para recibirla.

—Aquí está —le digo a mi madre.

Mi madre sonríe y se levanta también a saludarla.

—Mamá, te presento a Anastasia Steele. Anastasia, esta es Grace Trevelyan-Grey.

Se dan la mano. Se percibe un buen ambiente.

—Encantada de conocerte —dice mi madre.

—Doctora Trevelyan-Grey —dice Ana en un tono de voz muy bajo.

—Llámame Grace.

Mi madre sonríe. Me sorprende su actitud y su comentario. De inmediato puedo percibir que Ana le ha gustado.

— Suelen llamarme doctora Trevelyan, y la señora Grey es mi suegra.

Luego, mi madre le guiña un ojo a Ana. Una vez más, alucino con lo que está pasando.

— Bueno, ¿y cómo os conocisteis? —me pregunta sin disimular su curiosidad.

—Anastasia me hizo una entrevista para la revista de la facultad, porque esta semana voy a entregar los títulos.

Anastasia mira expectante, presta atención a cada cosa que digo.

—Así que te gradúas esta semana…

—Sí— dice Ana con una sonrisa.

Suena el móvil de Anastasia, que se disculpa y va hacia la cocina a atenderlo.

Mientras mamá me habla sin parar, puedo escuchar que Ana habla con José, el estúpido fotógrafo que parece que estuviera pidiéndole explicaciones.

Mamá me cuenta que fue Elliot quien le dijo que estaba aquí en casa y se queja de que hace dos semanas que no nos veíamos.

En eso vuelve Ana y la miro fijamente.

—¿Elliot lo sabía? —pregunto preocupado. La miro a Anastasia que pone cara de desconcierto.

—Pensé que podríamos comer juntos, pero ya veo que tienes otros planes, así que no quiero interrumpiros— dice mi madre mientras coge su abrigo.

—Tengo que llevar a Anastasia a Portland— me excuso.

—Claro, cariño. Anastasia, un placer conocerte. Espero que volvamos a vernos.

Se saludan y es evidente de que ha sido un gran encuentro.

Taylor acompaña a mamá hacia la puerta.

Nos quedamos solos con Anastasia. No voy a andar con rodeos.

—Así que te ha llamado el fotógrafo…

—Sí.

No me gustan los monosílabos. Me gustan las respuestas claras.

—¿Qué quería?

—Solo pedirme perdón, ya sabes… por lo del viernes.

Oh, sí, qué inocente.

—Ya veo —le respondo.

Ya hablaremos sobre el fotógrafo. Espero que entienda que si es mía tendrá que ser solo mía.

Taylor regresa con malas noticias.

—Señor Grey, hay un problema con el envío a Darfur.

Joder! Lo miro a Taylor para que no diga nada más.

—¿El Charlie Tango ha vuelto a Boeing Field?

—Sí , señor.

Taylor se retira. Anastasia lo mira intrigada.

—¿Taylor vive aquí?—me pregunta.

—Sí —le respondo desconcentrado.

Voy hacia la cocina e intento solucionar el maldito asunto de Darfur.

La situación me ha puesto de mal humor.

Cuando regreso, voy hacia el estudio y traigo el contrato. Se lo tiendo a Anastasia.

—Este es el contrato. Léelo y lo comentamos el fin de semana que viene. Te sugiero que investigues un poco para que sepas de lo que estamos hablando. Bueno, si aceptas, y espero de verdad que aceptes.

De repente me doy cuenta de que puede que no acepte y eso me preocupa. Quiero que sea mi sumisa. Lo deseo.

—¿Que investigue?—pregunta extrañada.

—Te sorprendería saber lo que puedes encontrar en internet —le comento.

Anastasia se queda perpleja.

—¿Qué pasa? —le pregunto.

No tengo mucha paciencia en este momento.

—No tengo ordenador. Suelo utilizar los de la facultad. Veré si puedo utilizar el portátil de Kate.

No deja de sorprenderme nunca. ¿No tiene ordenador? Claro que puedo solucionarlo. Aunque para ella eso sea una complicación.

—Seguro que puedo… bueno… prestarte uno. Recoge tus cosas. Volveremos a Portland en coche y comeremos algo por el camino. Voy a vestirme.

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