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Ahora que los rumores sobre el rodaje ya se han apagado, puesto que por fin hemos podido ver la película, la comidilla de los círculos de Hollywood es si habrá o no secuelas de 50 sombras de Grey. Así como se dice que tanto Jamie Dornan como Dakota Johnson, los protagonistas que interpretan a Christian Grey y Anastasia Steele respectivamente, han firmado un contrato para las tres cintas, podría no ser así con su directora, Sam Taylor Johnson.

Y es que el rodaje no fue fácil. O al menos eso hemos leído. En general, las adaptaciones al cine de las novelas son polémicas, controvertidas, y generan mucha expectación. Así, y especialmente, ha sido en el caso de Cincuenta sombras. Había mucha atención puesta en la producción, mucha gente opinando, criticando no siempre constructivamente. Había tantas imágenes mentales de los protagonistas y escenarios como personas habían leído las novelas. Es decir, millones. Pero, ¿de qué cabeza habían salido, en primer lugar? Evidentemente, de la de Erika L. James. Y la que ella quería mantener para sus fans, que siempre ha sostenido que son su prioridad.

Erika no sólo es la autora de la trilogía de más éxito de todos los tiempos, es también una mujer de negocios. Y muy buena. Alrededor del fenómeno que saltó a la fama desde su pluma en un foro de internet, ha creado un imperio, una marca oficial, Fifty Shades Ltd, que vende desde vino hasta ositos de peluche, pasando por supuesto por una línea de lencería y juguetes eróticos. Erika está acostumbrada a controlar -curiosamente, igual que su personaje estrella, Christian Grey- todo lo que ha creado. Así, quiso estar presente en el rodaje.

En el mundo del cine no es lo más habitual, por no decir que es extremadamente raro, que el autor de la novela sobre la que se esté trabajando acuda al set del rodaje. Y mucho menos a diario. En general no tienen poder de decisión sobre muchas de las cuestiones que, una vez puestos en manos de un director, son responsabilidad suya. El aspecto que se le quiera dar al film, el vestuario, los decorados. El tono de las escenas. Pero Erika ha supervisado al dedillo todo el rodaje. Y para ella ha sido muy difícil dejar en otras manos su “bebé”, su creación. Y lo ha contado en alguna entrevista ya (está en inglés, pero se entiende muy bien).

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¿Y qué ha ocurrido? Que parece que han saltado chispas con la directora. Se dice que Erika opinaba acerca de todo: decorados, la ropa que debían llevar y, sobre todo, el carácter de las escenas de sexo. (Ojo, alerta de spoiler, ¡si no habéis visto la película dejad de leer!). Ella quería que fueran más explícitas, tal y como lo son en el libro. Con las limitaciones propias del cine, y de una película que tenía que ser apta para una categoría R. Pero, en cualquier caso, más explícitas. La directora, Sam Taylor Johnson, por el contrario, quería dulcificarlas. El resultado es el que habéis visto (un poco ni chicha ni limoná)… y también que Taylor Johnson ha dicho a Universal que no cuenten con ella para las secuelas. Así de difícil ha debido ser el rodaje. 

Yo tengo mis dudas. No sé hasta qué punto me parece bien que se metiera Erika cuando Universal había decidido que la que llevaba las riendas era Sam. Al fin y al cabo, la historia es suya y era en su cabeza donde estaba más clara. Mejor dibujada. Pero Erika no es directora de cine. Cada uno es profesional de suyo, y hay que saber respetar la profesión de los demás. ¿Qué pensáis vosotras?

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