Con la primavera parece que las cosas están más calmas. Todos comienzan a sentirse más alegres y eso los relaja.

Grace arregla la casa, Mia está radiante, Elliot creo que está enamorado. Hasta Carrick parece estar concentrado en otra cosa.

Esa dispersión me deja tranquilo. Ya nadie observa lo que hago o lo que dejo de hacer. Sigo en mi encierro, todo el piano, voy a la biblioteca a leer. Me concentro en mi mundo y en mis fortalezas.

En las clases me va bien. Soy un buen estudiante. Los informes solo repiten una cosa: mi falta de integración.

Sin embargo, mientras las notas sean buenas, parece que, por ahora, no hay más problemas.

Paso mucho tiempo encerrado en mi habitación.

Me gusta leer, imaginarme en otros mundos. Pero no sólo me interesan las aventuras. También me gusta conocer sobre la psicología humana en los personajes que leo. Entiendo sus comportamientos en los libros y luego trato de verlos en la realidad.

De alguna manera, conocer las formas de pensar de la gente es tener control sobre ellos, poder manipularlos.

Hay algo en la idea de controlar las situaciones que cada vez me inquieta más. Claro que ahora no tengo todavía las herramientas para hacerlo.

Pero cuando mejor me siento, llega la peor de las noticias. El campamento de verano.

Carrick ha decidido que este año iremos los tres al campamento de verano. ¿Por qué? No puedo entenderlo.

Carrick y Grace nos citan en el comedor de la casa y nos lo cuentan como si fuera una gran noticia. Yo sé que Elliot ha ido antes. Para Mia es la primera vez.

Mia está feliz. Algunos de sus compañeros irán y ella estaba deseosa de que le permitieran hacerlo. Fiel a su estilo, salta de alegría y grita que será el mejor verano de su vida.

También se burla de Elliot: “Oh, seguro que está feliz, ya que su novia también va”, dice ella y Elliot sonríe un momento y luego le dice que se calle.

Toda la atención queda puesta en Mia y su alboroto.

Supongo que bajo otras circunstancias empezaría con algún ataque de pánico, pero creo que he comenzado a controlarlos. En especial porque sé que armar un escándalo ahora sería una pésima estrategia.

Grace empezaría a justificarme, Carrick diría que así no podemos seguir. Yo terminaría solo en mi habitación. Y un rato después, estaría escuchando una nueva discusión entre Carrick y Grace comentando sobre un nuevo médico.

Y lo he vivido demasiadas veces.

No puedo controlar a los demás, pero empiezo por controlarme a mí mismo. Creo que no está mal después de todo.

Luego de decirle a Mia que ya está bien, que se calme, Grace voltea y me dice:

“¿Y tú qué piensas, Christian?”

Me quedo en silencio.

Entonces Carrick interviene:

“Creemos que te hará bien. Podrás ver otras personas, estar en otro ambiente. Seguro que te ayudará.”

Elliot me mira. Puedo imaginar sus estúpidos pensamientos. Se debe estar burlando de mí: “oh, claro, si lo tocan, llorará”.

Decido que no daré respuestas. Que interpreten mi silencio como prefieran.

Esa noche casi no duermo. Pienso en la gran tortura que puede suponer ir a un campamento de verano.

Otra vez los mismos amigos estúpidos, haciendo bromas estúpidas, tratando de llamar la atención todo el tiempo de una manera estúpida.

Pasan dos días en que mi cabeza gira en torno a ese pensamiento.

Entonces, me decido a hablar con Grace.

“Grace, yo sé que lo hacen porque me quieren, pero no tiene nada que ver conmigo.”

“Christian, tienes que probar cosas nuevas. ¿O quieres quedarte encerrado en tu mundo?”

La miro en silencio. ¿Debería decirle la verdad? Sí, Grace, quiero vivir encerrado en mi propio mundo. Hacer mis cosas, imponer mis reglas, estar solo y tranquilo. No, no puedo decirlo.

Ella me observa pensativa.

“Carrick y yo queremos lo mejor para ti, lo sabes. Cada día estás más grande, no puedes seguir sin hablar, sin relacionarte. No es bueno para ti.”

De repente se me escapa lo que está pasando por mi cabeza:

“Es que yo quiero relacionarme pero con mis reglas y a mi modo.”

Maldición! No tendría que haber dicho eso. Puede traer consecuencias terribles.

Grace me mira con tristeza.

“Cariño, nadie puede relacionarse de ese modo. Precisamente relacionarse tiene que ver con compartir, con no imponer.”

Blablabla. Eso es lo que escucho.

Frases que no dicen nada.

Sigue hablando pero yo dejo de escucharla.

Comienzo a comprender que esto será más difícil de lo que esperaba.

Pienso alguna idea que me ayude a cambiar el rumbo.

“Es que, tal vez, todavía no es mi tiempo. ¿No podríamos esperar hasta el año que viene?”

Touché. Me mira y algo de su actitud cambia.

Con los ojos parece decir: ¿y si es verdad lo que dice mi querido Christian?

Entonces, finalmente, habla.

“De acuerdo, cariño. Déjame pensarlo y que lo hable con Carrick. Lo que quiero que tengas siempre muy presente es que nosotros queremos tu bien.”

“Sí, Grace, lo sé.”

Hablo con voz dulce, disimulo a la perfección lo que pasa en mi interior. Si pudiera, gritaría: “¿mi bien? Pues mi bien es que me dejen en paz, con mis cosas, sin forzarme a tener amigos estúpidos.”

Por ahora, tengo una esperanza.

Esa noche toco el piano e intento escuchar lo que hablan ellos pero no lo consigo. Las voces son demasiado bajas esta vez.

Me preocupa pensar que se está decidiendo mi futuro y yo no puedo escucharlo. La melodía, una vez más, me acompaña y me calma.

Pasan unos días y entonces, sí, finalmente, puedo escuchar una parte de una conversación.

Grace le dice a Carrick que, tal vez, yo no esté preparado todavía para ir al campamento. Me parece bueno que lo plantee como idea de ella.

Carrick asegura que ya han discutido eso. Han tomado una decisión y no hay vuelta atrás.

Maldición! Cada día que pasa lo odio más.

Escucho que discuten y que se pelean. Hablan de consentir, de poner límites, de hacerse hombre.

Hacerse hombre. ¿Qué significa eso? Parece que lo que une a todos los hombres es la violencia. Recuerdo el hombre que le pegaba a mi madre. Cada golpe que recibía.

De repente es como si escuchara el llanto de mi madre. Sus gritos pidiendo que no le peguen. Y él, sin prestarle atención, volvía a pegarle una vez más.

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