Tengo muy buenas notas. En parte me esfuerzo porque no quiero que nadie se dé cuenta de que odio la escuela. Sé que si hago el trabajo y cumplo con mis deberes las vacaciones de verano vendrán rápido y estaré libre.

Recuerdo que en la escuela especial, los niños lloraban por todo. Incluso lloraban por actividades muy simples que no lograban realizar. No quiero decir que fueran estúpidos porque todos somos diferentes, pero no me agradaba demasiado estar con ellos. Prefería estar todo el tiempo en el rincón de lectura, mientras que las maestras trataban de calmar sus llantos.

Uno de los profesores siempre venía a sentarse conmigo y me preguntaba por qué yo no quería jugar con los demás niños y niñas.

“Quiero leer,” le respondía yo, deseando que se fuera y me dejara tranquilo.

En realidad, los niños de las clases solían babearse y ponerse cosas en la boca, algunos de ellos no podían hablar y, en esos casos, no se trataba de que ellos no quisieran, sino que realmente no podían hacerlo.

Una de las chicas de la clase siempre estaba abrazándolos a todos. También quería abrazarme a mí, insistía en hacerlo de manera molesta. Lo intentaba hasta que uno de los maestros le decía que me dejara, que a mí no me gustaba que me abrazaran.

“Quiero abrazarlo porque es mi amigo!” gritó un día y comenzó a llorar.

De verdad, yo no quería que ella llorara pero cuando me miró, retrocedí, porque tenía miedo de que ella siguiera intentando abrazarme.

“¿Por qué no me quieres abrazar y ser mi amigo?”, me preguntó entre lágrimas.

Normalmente yo no hablaba con niños. Entonces, me puse a mirar al suelo. No quería ser grosero con ella, pero tampoco quería responderle. Esto hizo que llorara más fuerte. Y yo, lo único que deseaba, era llegar a casa y ponerme a tocar el piano. Recuerdo que el maestro llamó a Grace y le dijo que yo me negaba a interactuar con los otros niños. Cuando Grace me preguntó, le dije: “Ellos tratan de abrazarme, hacen mucho ruido, son sucios, y lloran much . “

Fue entonces cuando ella y Carrick decidieron que era hora de que fuera a la escuela a la que iba Elliot.

Tuve que hacer una prueba para evaluar en qué nivel estaba. Se asombraron al comprobar que era uno mucho más alto del que esperaban. Pero, de todas formas, para evitar inconvenientes e ir a lo seguro me designaron a séptimo grado.

Los niños de esta clase tenían la misma edad que los de la escuela especial. Sin embargo, cuando estuve allí, me di cuenta por qué ellos nunca podrían haber asistido a una escuela normal.

El problema era que yo no pertenecía a ninguna de las dos escuelas. Ni a la normal, ni a la especial.

Ahora Grace me pregunta por qué no traigo a alguno de mis compañeros a comer a casa o a pasear a algún lado. Incluso se ofrece pasar a recogerlos y volverlos a llevar a su casa. No sé muy bien qué responderle. Yo le he dicho que tenía amigos. Cuando lo dije, Elliot me miró. Pero no dijo nada.

Elliot ha dejado de hablarme. Mia se sienta y les cuenta a todos acerca de sus mejores amigos en su escuela primaria. Elliot tiene la mayoría de los mismos amigos que siempre tuvo. Y luego estoy yo.

Mia comenzó en la escuela normal, y no tiene ningún problema. Se lleva de maravillas con todos. Creo que no hace llorar a nadie y tiene buenos amigos.

Cuando invita a alguno de ellos a casa suele presentarme como Chritian, su hermano mayor. Lo hace con orgullo y cariño. Pero algunos de sus amigos se ríen y susurran a mis espaldas. Mía les dice que no lo hagan.

Pero también hay muchos que son amables. Por ejemplo, me piden ayudas con sus tareas. Y como para mí es muy fácil, los ayudo. A veces pareciera que me mienten, que solo quieren que yo haga la tarea por ellos. Pero como son simpáticos, no me molesta. De algún modo, son también mis amigos, aunque sean mucho más chicos.

Elliot tiene un grupo de amigos que siempre está con él. Están todos juntos en el equipo de fútbol. Su mejor amigo sigue siendo Tyler. Me cae muy bien Tyler.

Elliot se enojaría si supiera esto, pero Tyler es mi amigo. En la escuela, Tyler se encuentra en una de mis clases. Entonces, se sienta a mi lado y me habla.

El único momento en Elliot me habla es cuando Tyler está en nuestra casa. Él incluso me deja jugar con ellos. Tyler se encuentra en el equipo de fútbol también y me enseñó a lanzar el balón.

“Lanzas bastante bien, deberías probarte en el equipo”, me dijo Tyler. Elliot se echó a reír.

“Alguien podría derribarlo y él lloraría porque lo tocó,” aseguró Elliot.

Tyler no dijo nada más después de eso. Sabía que Elliot tenía razón. Pero fue agradable escuchar que Tyler dijera eso. Yo, en realidad, nunca hubiera pensado en unirme al equipo. No sé por qué Elliot tuvo que ser tan malo.

Cuando Grace y Carrick hacen preguntas, dejo que Elliot y Mia hablen en mi lugar. Si tengo que hablar, miento. Les hablo de los niños de mi clase, pero en lugar de contar lo que sucede en verdad, les digo que todo está muy bien y que me siento con ellos en el almuerzo y hablamos en clase.

Eso los hace feliz, a pesar de que Elliot me mira y luego mira hacia otro lado. Mia me dice que sus amigos realmente me quieren y que habrá un baile en la escuela.

“Eres demasiado bonita para ser mi pareja”, le digo y se sonroja y se ríe.

Resulta que en mi escuela habrá un baile también. Todas las chicas están todo el tiempo en la mesa de Elliot con los chicos de octavo grado tratando de pedirles que las acompañen.

Un día no hay mesa libre para que yo pueda sentarme solo a almorzar y leer. No quiero ir a un baile y espero que nadie me pregunte por este tema. Hasta que alguien se sienta frente a mí.

Miro hacia arriba. Es una chica que nunca había visto antes. Ella tiene el pelo largo y rubio recogido en una coleta y un pequeño mechón teñido de color rojo. Sus ojos son de color verdoso. Lleva zapatillas de deporte y una sudadera con capucha y pantalones vaqueros. Ella no se parece a las chicas que están en la mesa de Elliot. Ella es más guapa que esas chicas, creo.

“Hola, soy Christian”, le digo, aunque sienta que todo el mundo sabe mi nombre antes de que lo diga.

“Yo soy Amanda.”

Sonrío y apoyo mi libro sobre la mesa. Miro alrededor, nadie está ni siquiera mirándonos a nosotros.

Se me ve un poco nervioso, pero ella sonríe de todos modos, “Sé que esto suena tonto, pero sabes qué día es el baile”

Asiento con la cabeza y sonrío de nuevo, “Sí, es mañana.”

Su rostro se vuelve aún más rojo, “Bueno, estoy segura de que ya tienes a alguien con quien ir, pero si no es así, no quieres venir conmigo?”

Miro fijamente, demasiado sorprendido para decir nada. Su rostro se ve más y más triste cuanto más tiempo estoy callado. En un momento temo que empiece a a llorar.

Ella es la primera persona que se sienta conmigo, habla conmigo, y sin duda la única persona que me haya preguntado de hacer algo juntos. Levanto la vista hacia la mesa de Elliot, y nadie más está mirando, pero Elliot sí lo hace. Él me guiña el ojo y sonríe. Es la primera vez en mucho tiempo que incluso actúa como si me conociera.

“Espero que podamos ser amigos.” Ella va a levantarse.

“Espera, Amanda, seguro que voy a ir contigo”, la expresión de su rostro fue suficiente para hacerme decir lo que dije. Nunca antes había hecho sonreír a alguien así.

“Wow, está bien. Incluso compré una falda. ¿Quedamos justo aquí, frente a esta mesa?”

“Sí, voy a estar aquí. Gracias por preguntar,” se levanta y se va muy rápido. Sonrío un poco.

En la cena, Mia está hablando y Elliot la interrumpe y Mia odia eso. “Christian consiguió acompañante para el baile.” Grace y Carrick miran sorprendidos, y todo el mundo me mira, incluso Mia que perdona la interrupción.

“Mis amigos van a estar muy tristes”, dice Mia.

“¿Qué has dicho?” me pregunta Grace y se la ve feliz.

“Dije sí, nos encontraremos frente a la mesa en la que estuvimos hablando”

Carrick sonríe “Ninguna chica me invitaba a salir a los trece años.”

Quiero decirle que las niñas siempre se lo están pidiendo Elliot, pero se ve muy orgulloso de mí, así que no digo nada.

Todo el mundo está feliz, excepto yo. Realmente no quisiera ir al baile. Pero es demasiado tarde para cambiar de opinión ahora.

“Tenemos que comprar una camisa, vamos a ir después de comer”, dice Grace y ella sigue sonriendo.

“Oh, oh, déjame ir!” Mia le grita: “Yo ayudo a escoger una camisa de color agradable, una color morado. ¡Se verá tan bonito!”

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