Los días pasan uno tras otro. Cada noche volteo una hoja del calendario de papel que hay colgado en la pared. Todo sigue igual. Todos los días son iguales. Mi vida sigue ligada al silencio. Sigo sin ser capaz de hablar. Sigo sin ser capaz de articular ni una única palabra.

Elliot pasa cada vez más tiempo con sus amigos. Yo me quedo en mi habitación, solo. Dibujo y juego con los coches. Juego con los coches, los patos de goma y los trenes. A veces también veo la televisión. La televisión es divertida sin embargo lo que más me gusta es tocar el piano. Tocar el piano me hace sentir feliz. Me hace sentir bien.

El otro día, Grace y Elliot estaban hablando. Escuché que Elliot se enfadaba porque Grace dijo que como aún no estoy curado del todo la gente no puede venir a visitarnos a casa. Quería decirle que no se enfadará. Que no se pusiera triste. Quería decirle a Grace y a Elliot que esa su casa, que no quería que por mi culpa no pudieran tener visitas. Escuche como discutían sin embargo, en lugar de decir nada, me limité a fingir que no los oía. Me limité a parecer concentrado. A que creyeran que estaba demasiado leyendo la partitura como para darme cuenta de que ocurría a mí alrededor.

Tras la discusión que tuvieron Grace y Elliot, Elliot dejó de hablarme. Desde entonces ya no viene a mi habitación. Ya no me pregunta si quiero jugar con él. Suele irse de casa, sin decirme nada, antes de que yo me levante. Que Elliot no quiera hablarme me hace sentir mal. Me hace sentir triste. Siento tristeza como la que siento cuando echo de menos a mamá. Noto un fuerte dolor en el pecho. Como si algo alguien me oprimiese las costillas. Me cuesta respirar. Antes lloraba pero ahora ya no. Ahora ya no lloro.

Cuando estoy triste toco el piano. Grace, a veces, todavía me escucha. A veces canta mis canciones.

Últimamente Grace ha comenzado a comportarse igual que Elliot. Cada vez me hace menos caso. Pasa mucho tiempo con una amiga que viene a casa. Beben en las tazas bonitas en la cocina y hablan sobre mí. Creen que no las escucho, pero yo siempre lo hago. Desde arriba de la escalera, sin que ellas se den cuenta.

Grace me dijo que esa señora se llama la Lincoln, la señora Lincoln.

La señora Lincoln es buena conmigo. Es guapa. La primera vez que vino a casa no quise salir a saludarla. Me daba miedo. Cuando entró en casa yo me escondí en mi habitación. Cuando iba ya a marcharse Grace subió a mi habitación y me dijo que bajara a saludarla. Lo hice, bajé, pero no la mire a los ojos. No le dije nada. Me limité a esconderme detrás de Grace.

- “Christian, corazón, esta es una buena amiga mía, la señora Lincoln. La señora Lincoln y yo hemos sido amigas durante mucho tiempo y quiero que la conozcas” me dijo.

La señora Lincoln se agachó y me entregó una caja.

- “Hola, es muy agradable conocerte, he oído hablar mucho de ti. Te traje esto porque he oído te gustan los coches .”

Grace me dijo que debía darle las gracias. No pude hacerlo. Solo sonreí y extendí la mano para tocar sus dedos. Así es como yo doy las gracias. Eso es lo que tocar significa para mí.

- “Adelante, puedes ir a jugar a tu habitación” me dijo Grace al entender que es lo que hacía y porque lo estaba haciendo.

A partir de entonces la señora Licoln comenzó a saludarme. Ahora me saluda cada vez que vuelve a casa a visitarnos

- “Hola, Christian,” me dice, y a continuación se gira y se va hacía el salón a hablar con Grace.

Me siento en el piano y finjo leer música, pero, en realidad, las escucho hablar.

Grace a veces suena molesta. Otras veces llora.

Grace dice que ella no sabe qué hacer, porque ella nunca ha tratado con algo como esto y que todo el proceso de adaptación se está alargando. Que está tomando mucho más tiempo de lo previsto.

No sé qué significan todas las cosas que dicen, pero sí sé que hablan de mí. Lo sé, aunque nunca dicen mi nombre.

La señora Lincoln le dice que tal vez debería darse cuenta de que las cosas podrían no mejorar y que quizás es hora de probar alguna cosa diferente. Hablan de terapias y de tratamientos.

A veces también hablan de la niña enferma. La señora Lincoln dice que es una muy mala idea tener en casa a dos niños enfermos a la vez. Grace dice que la niña necesita un lugar para vivir. Dice que no quiere renunciar a ninguno de los dos.

Quiero demostrarle a Grace que puedo hablar. Quiero que sepa que soy inteligente. Toco el piano con fuerza fuerte y la música que resuena en la habitación parece enfadada.

El calendario continúa avanzando. Nada cambia. En dos semanas cumpliré seis años.

De repente un día como cualquier otro Grace me sienta junto a Elliot. Está preocupada. Puedo en su cara. Quiere decirnos algo.

- “¿Recuerdan la chica de la que les hablé? Bueno, pues durante los últimos días su estado de salud ha mejorado bastante. Es una buena chica que necesita un lugar en el que poder vivir. Llegará mañana por la mañana y se quedará en casa. De ahora en adelante vivirá con nosotros.”

Al día siguiente, mientras yo estoy en el salón tocando el piano como cualquier otro día, de repente aparece Grace. Lleva un bebé en sus brazos. Se la ve feliz.

- “Christian, ven aquí. Quiero que conozcas a tu hermanita, Mia.”

Me acerco a mirarla. Me da un poco de miedo. Es muy pequeña. Me gusta su sonrisa.

- “Tiene sólo unos meses de edad. Por suerte ya no está enferma. Se encuentra mucho mejor” dice Grace. Está contenta. Hace tiempo que no la veía tan contenta.

Pasan los días. Me dedico a observarla. Mia es fuerte, pero no utiliza palabras, igual que yo. Mía llora. Siempre. De día y de noche. A todas horas.

Cuando Grace y Carrick se levantan por la noche y van a la habitación de Mía para intentar calmarla yo también me levanto. Entro en la habitación y me siento en el suelo a ver cómo ellos se encargan de tratar que se tranquilice y deje de llorar. Cuando no está llorando, me acerco a su cuna y agito sus juguetes. Al ver lo que hago Mía sonríe, hace ruidos y se mueve. Le gusta. La toco la mano para que sepa que la quiero.

A Elliot le molesta Mia. Dice que hace mucho ruido.

A mí me dan ganas de decirle que sus amigos también hacen mucho ruido y son mucho más molestos. Grace dice que Mia aún no sabe hablar, pero que un día lo hará. Quizás a diferencia de ella yo nunca sea capaz de hacerlo. Me pregunto si Mía comenzará a hablar antes que yo.

Mia siempre me está mirando. Grace dice que es porque ella ya ama a su hermano mayor. Le hago muecas y ella hace un ruido lindo que parece una risa. El otro día le mostré mis dibujos. Espero que ella algún día sepa lo que son los dibujos.

La señora Lincoln viene a casa casi todos los días. Últimamente no me hace caso. No me presta tanta atención como antes hacía. Eso hace que me enfade.

Desde que Mía llego a casa ya nadie me mira a mí, ahora sólo miran a Mia. Todos. Y ahora es Mia la única que siempre me mira a mí.

Mía llora cuando no puede verme, así que trato de estar cerca de ella siempre que puedo. A veces me acuesto en el suelo de su habitación y duermo junto a su cuna, y cuando está en la sala de estar toco canciones bonitas en el piano. A mía le gusta la música como a Grace.

En mi cumpleaños, Elliot, su amigo, Carrick, Grace, Mia, la señora Lincoln y la Sra. Touhey me cantan la canción de cumpleaños. Grace me dice que sople las velas y pida un deseo. Mi deseo es que todos me amen tanto como lo hicieron cuando llegué aquí.

Comemos pastel. Hoy ha venido a casa un amigo de Elliot. Es un niño. Nunca lo había visto antes. Es muy agradable. Al entrar me dice “feliz cumpleaños” y se presenta. Me dice que su nombre es Tyler.

Cuando subimos a mi habitación, Tyler comienza a jugar con mis coches. Juega conmigo y con Elliot y él me habla a pesar de que no puedo responder. Me cae bien. Me pregunto si puede ser mi amigo y amigo de Elliot al mismo tiempo.

Abro los otros regalos. La señora Lincoln y su marido me regalan un avión de juguete, como los que vuelan en el cielo. Es igual que los de verdad sólo que más pequeño. Elliot me regala un coche de juguete nuevo. Carrick y Grace me regalan bloques para construir una ciudad para mis coches. Y la Sra. Touhey me regala un suéter. Grace me da una caja de parte de Mia. Cuando la abro veo que es un marco con una foto de ella y un niño. Él está mirando a Mia. Ambos están sonriendo. Ambos parecen felices.

Miro a la Grace. Estoy confundido. Grace está triste. Todo el mundo está triste. – “Ese eres tú, Christian. Tú y Mia.”

Miro hacia abajo con el ceño fruncido, ¿así es cómo me veo?¿esa es la pinta que tengo? Nunca había pensado en eso antes. Voy hacia al baño. Cierro la puerta y me subo al inodoro. Me apoyo en el lavabo y me miro al espejo. Ahí estoy. Sí, soy yo. Soy igual que el chico de la foto.

Alguien llama a la puerta y abre. Es la señora Lincoln. Me bajo. Me gustaría que fuera Grace.

- “Eres un niño muy guapo, Christian. No te preocupes por eso.”

Quiero salir, irme de allí, pero ella me lo impide, está en medio de mi camino.

- “Está bien, Christian” dice ella.

- “Voy a encontrar un buen lugar para la foto en tu habitación, Christian. Mia realmente quería que lo tuvieras.”

Si Mia quiere que yo la tenga, entonces no me importa tenerla.

Al tiempo Mia empieza a caminar y hace ruidos que se parecen a las palabras. Mia me toca mucho: mi pelo, mi cara, mis brazos. Yo la dejo porque no me hace daño. Grace se sorprendió la primera vez que lo hizo. Ella estaba tratando de ganar equilibrio cuando se tambaleó un poco y me agarró la cabeza. Me dolió pero no me moví porque no quería que se cayera. Ella se rió y me abrazó para no caerse.

- “¿Estás bien?” dijo Grace.

Pensé que se lo preguntaba a Mia, pero luego comprendí que me lo preguntaba a mí. Asentí con la cabeza y ella sonrió. Era raro que alguien me tocara de esa forma. Era raro que alguien me tocara, sin más. Note como un escalofrío recorrió mi cuerpo y como se me erizó la piel.

La señora Lincoln sigue diciéndole a Grace que nada ha cambiado y que tiene que hacer algo antes de que sea demasiado tarde. Ella dice que el tiempo se encargará de él. Sé que están hablando de mí. Mia está sentada y yo le muestro sus juguetes mientras escucho la conversación. Esto sucede casi todos los días. Grace a comenzado a trabajar. Elliot no va más a la escuela porque es verano y está feliz porque él puede ir con sus amigos más tiempo. No me importa si se va porque tengo a Mia para jugar. Grace me enseñó a darle un. Le ayudo a comer a veces cuando Grace me deja.

Grace, la señora Lincoln, y Mia estamos en el patio trasero. Juego con mis trenes. Grace habla con Mia. Enumera nuestros nombres y le pide a Mia que los repita. Grace dice mamá, papá, Christian, Elliot. Mia hace ruidos pero no dice las palabras. Me pregunto por qué Grace sigue intentándolo.

Miro a Mia. Ha comenzado a llorar, otra vez.

- “Ella te quiere, Christian” me dice Grace.

Me levanto y me siento junto a Mía. Ella deja de llorar. Grace comienza a enumerar nuestros nombres de nuevo y le vuelve a pedir a Mia que los repita.

De repente y por primera vez Mia hace un ruido que suena muy parecido a mi nombre. Tras ello sonríe. Yo sonrío. Grace y la Sra. Lincoln aplauden felices. Mia aplaude también. Hoy es un gran día.

-”Mia”, le digo.

Miro a Grace. Tiene los ojos abiertos como platos. La señora Lincoln tiene la boca abierta. Mia se ríe. Mi voz. He sido yo. He hablado. He dicho una palabra. Simplemente salió de mi boca. Al fin recordé cómo utilizar las palabras. No sé cómo. No estoy seguro si podré hacerlo de nuevo.

Grace y la señora Lincoln me siguen mirando. Aún no pueden creer lo que acaba de suceder. No quiero que sigan mirándome.

- “Christian acaba de decir algo” Grace suena confusa y emocionada.

- “Oh, Christian, di otra cosa.” Siento las lágrimas correr por mis mejillas.

Doy un paso atrás. Quiero correr y esconderme en mi habitación. La cabeza me dice que no y me siento como si no pudiera respirar.

- “Oh, no, no, Christian. No llores, lo que acaba de ocurrir es bueno.”

Mi pecho se estremece y siento que me ahogo. Grace se levanta. Doy un paso atrás y la miro asustado.

- “Corazón, hablar está bien.”

No, no hay más palabras. No quiero. No puedo.

Salgo corriendo. Oigo que Mia empieza a llorar otra vez, sé Grace la consolará. Sigo corriendo hacia mi habitación sin mirar atrás ni hacer caso a lo que dicen hasta desaparecer por el pasillo. Sólo quiero estar solo.

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