Grace me lleva a una tienda y me compra más galletas con trocitos de chocolate. Galletas como las que comí en su casa. Estaban buenísimas.

Me compra un libro. Está lleno de dibujos. La tapa es de diferentes colores. Me regala también un bolígrafo azul. Alguna vez he tenido lápices de colores e incluso ceras, pero nunca antes un bolígrafo.

Me siento orgulloso. Es un bolígrafo como el que utilizan los mayores.

Estoy muy contento con todos los regalos, aunque aún no sé por qué nos hemos ido tan rápido del médico. En realidad no me importa, prefiero ir con Grace a los columpios.

Hay mucha gente en el parque; grandes como Grace y pequeños como yo.

Hace un día muy soleado y puedo ver que el parque es muy grande y my bonito. Tiene muchos juegos y árboles. También hay flores por el suelo. Todo el mundo está sonriendo.

Me gusta mucho estar aquí. Me gusta estar contento.

Me coge de la mano y caminamos juntos hasta un banco de madera. Frente a nosotros hay otro banco igual al banco que en el que estamos sentados. Entre ambos hay una mesa.

Todo el conjunto está hecho de una única pieza. No es una mesa tradicional.

Nos sentamos.

“Bien”- me dice Grace, “he pensado que podría enseñarte a escribir. Así podremos comunicarnos. Así podremos escucharte y entender todo lo que nos quieras decir”.

Puedo ver en sus ojos como tan solo la idea de pensar en ello la hace feliz. Estoy muy intrigado por saber en qué vamos a escribir y si voy a saber hacerlo bien. No sé por qué estaba enfadada antes, pero ya no lo está.

Abre el cuaderno y le quita el tapón al boli y lo coloca en el otro extremo. Me lo da para que lo coja. Después abre el paquete de las galletas y coge una. No me importa que también coma. Me gusta poder compartir las cosas con ella. Cada vez que lo hacemos, cada vez que compartimos algo, siento que somos amigos.

“¿Recuerdas lo que escribimos la última vez, cariño?”

Lo recuerdo. Recuerdo que lo último que intento enseñarme resulto ser demasiado difícil para mí.

Boli en mano trato de replicar los únicos garabatos que sé hacer: mi nombre, mi apellido.

A, B y C.

No recuerdo más.

Miro el espacio en blanco que no he sabido rellenar con más letras. Me entristezco. Nunca llegaré a ser tan listo como Elliot.

Al levantar la mirada Grace me sonríe. Está muy contenta. Eso me hace feliz.

“Wow, Christian, ¡recuerdas muchas letras! Eres un chico muy listo, lo vamos a pasar genial aprendiendo a escribir.”

Me siento orgulloso. Orgulloso de que a ella le agrade lo que hago. Estoy contento. Muy, muy contento.

Grace coge el bolígrafo y empieza a escribir más cosas después de mi C.

Sus letras son muy bonitas y las escribe muy fácilmente. También coge el boli de una forma peculiar. Elegante

.

Mis dedos no son capaces de sostener el boli así. Tengo que apretar mucho. Aprieto el boli en el centro de mi puño tan fuerte como puedo, pero no puedo evitarlo, a veces se me cae.

“Después de la C viene la D, como la primera letra de dulce.”

Después me enseña muchas letras más y jugamos a buscar palabras que yo conozca y que empiecen por esas letras. Así me resultará más fácil recordarlas, dice.

Luego hacemos un pequeño dibujo al lado de cada una de las letras. He pensado que llevaré el cuaderno siempre conmigo. Así podre utilizar cada vez que quiera decir algo y no pueda.

Cuando acabamos se ha hecho tarde. Tengo la cabeza y las manos calientes por haber estado tanto rato al sol.

Tengo sed. Quiero beber agua.

Miro las hojas y están llenas de dibujos y letras.

Puedo acordarme de muchos de esos dibujos nada más mirarlos.

Nos hemos comido todas las galletas, pero sigo teniendo hambre.

“Es la hora de comer, cielo, seguiremos practicando cuando volvamos a casa.”

Otra vez ha sabido qué era lo que estaba pensando. No he tenido que decírselo. Me levanto dispuesto a seguirla.

Miro los columpios al pasar y me giro. Miro a Grace.

Me siento en el suelo. Abro el libro para dibujar el columpio y a mí balanceándome en él.

Grace se agacha sorprendida y al ver el dibujo me pregunta “¿Qué es? ¿Es que quieres columpiarte?” Asiento con la cabeza para decir que sí. Ella sonríe haciendo ver que no entiende lo que eso significa. Es extraño. Se que me ha entendido.

Entonces me acuerdo que me ha dicho que ahora puedo utilizar las letras para comunicarme. Ya no necesitaré mover la cabeza nunca más.

Vuelvo a coger el cuaderno y escribo SÍ y lo levanto para enseñárselo.

Grace está muy contenta de ver lo que acabo de hacer. “¿Quieres volver a jugar en los columpios? ¡Perfecto, cariño! Pero no nos quedaremos mucho rato, porque se acerca la hora de comer y has de recuperar energías.”

Voy a los columpios. Ella me sigue muy de cerca. Le doy el libro y el bolígrafo para que me los guarde. Intento subir. Me encantaría que Elliot estuviera aquí para enseñarme cómo lo hace él.

Grace me mira mientras sigo intentando alcanzar el columpio.

Otra vez esa sensación. Vuelvo a sentirme pequeño y estúpido por no poder subir.

“¡Tengo una idea, Christian! Voy a poner mis manos como si fueran un escalón, así tú podrás colocar ahí un pie y subirte solo sin que yo te toque, ¿vale?”

Se agacha y pone sus manos juntas. Yo hago lo que ella me ha dicho que hiciera. Cuando uno está arriba del todo del columpio da mucho miedo. Mis pies no tocan el suelo y tengo muy poco equilibrio. Me cojo fuerte a las cadenas con las manos.

“Desearía tener una cámara ahora mismo, Christian, ¡estás precioso y tan valiente ahora mismo!”, más caras felices, “¿Quieres que te empuje?”

No digo ni que sí ni que no con la cabeza, pero tampoco puedo escribir, así que Grace se coloca detrás de mí y me balancea suavemente empujando las cadenas por debajo de mis manos. El columpio empieza a moverse y de repente ya no tengo miedo.

¡Esto me encanta! “Si quieres ir más rápido para llegar más alto debes cogerte muy fuerte a las cadenas, no te sueltes, Christian.”

Cada vez subo más alto y puedo ver el cielo y el sol y alguna nube, justo como mami me dijo una vez. Cierro los ojos y ahora entiendo por qué le gustaba tanto. Me acuerdo de ella y además estoy muy feliz.

El asiento ahora se está moviendo solo y Grace ha vuelto delante y me mira sonriente. No sé muy bien por qué empieza a frenarse él solo, pero está bien, simplemente va parando lentamente cuando nadie lo empuja.

“Cariño, tienes una risa preciosa”

¿He reído? Giro la cabeza y veo que hay muchos niños como yo en una especie de bañera de plástico con una valla.

“Eso de ahí es la zona de juegos”- me dice señalándome cada uno de los elementos, “también hay medias lunas, toboganes y mucho más. A Elliot le encanta esa parte. Si quieres podría traeros a los dos esta tarde y así podréis jugar juntos y te enseñará cada uno.”

Muevo la cabeza enseguida diciendo que sí, aunque ahora que tengo el libro y puedo escribir se supone que no debo hacerlo, pero Grace no parece enfadada.

Bajo del columpio de un salto y ella se gira y camina delante de mí hacia el coche. Doy unos pasitos rápidos para acercarme a su lado y le toco sus dedos con los míos. Siempre se pone muy feliz cuando lo hago y ahora quiero hacerlo porque yo también estoy muy contento de que me haya enseñado todos estos juegos.

Nos paramos a comer en una tienda que se llama Dunkin’ Donuts y yo como una rosquilla, un zumo de naranja y unos pastelitos que están deliciosos. Ella toma la misma rosquilla que yo y un café.

No me deja probarlo porque dice que está demasiado caliente, pero huele igualmente delicioso. Después vamos a casa y al salir del coche el perro de la puerta comienza a ladrarnos de nuevo. Al principio me asusto mucho, pero luego recuerdo que es su manera de decirnos hola y ya no estoy tranquilo.

Me gusta porque su manera de comunicarse es distinta que la de los demás, como yo él tampoco puede usar las palabras, así que tiene una manera nueva de saludarnos. Muevo la mano y espero que me haya entendido porque así seremos también amigos.

Cuando llego a casa vuelvo a abrir el cuaderno y continúo dibujando con los lápices de colores, mientras espero a que llegue Elliot porque quiero jugar a fútbol tal y como ha dicho que haríamos.

Grace sale de la habitación de los gofres y entra en otra habitación donde empieza a hacer bastante ruido. Pero no es un ruido malo, suena muy bien y es muy agradable, así que me levanto y me acerco para verla.

Está sentada en un banquito de madera, como el del parque pero más pequeñito. Y esta vez la mesa tiene unas pequeñas piezas blancas y negras y a presionarlas suena una música preciosa.

“Es un piano, Christian. Hace música. No es bonito escucharlo? Ven aquí, pruébalo tú mismo.”

Subo al banquito a su lado y observo qué hace exactamente para que la mesa haga ruido y suene igual que una canción.

Me gustan mucho las canciones, me gustaría que ella usase las palabras mientras hace música para hacer más bonita la canción, pero sin embargo, me encanta de todas maneras.

“Inténtalo”. Ella aprieta una pieza blanca y después lo hago yo igual. Después otra y otra y yo continúo imitando cada movimiento.

“Ahora intenta hacerlo todo igual desde el principio.” Solo puedo recordar unas pocas notas pero suena muy bien y Grace sonríe mientras aplaude.

Me aplaude a mí.

“Tienes una memoria muy buena, Christian”- me dice. Me encanta haber hecho un trocito de una canción yo solo, quiero continuar pero de repente se abre la puerta y aparecen Elliot y la señora Touhey.

“¡Hora de jugar a fútbol, Christian!” grita Elliot mientras tira la mochila a un lado y corre hacia su cuarto. En un segundo está de vuelta y lleva un balón blanco y negro en sus manos.

“No juguéis dentro de casa con la pelota”- dice Grace.

Yo no quiero jugar a futbol ahora, quiero continuar viendo como ella toca el piano y me enseña a tocarlo a mí también. Una vez más, ella lee mi pensamiento y me dice: “No te preocupes, cariño, ve a jugar ahora con Elliot al jardín y en otro momento te enseñaré mucho más”

¡Qué bien! Sonrío y me bajo del taburete para irme con Elliot porque le he dicho que lo haría y sé que eso también le hace feliz a él.

Vamos a fuera por una puerta diferente a la que hemos usado para entrar y salimos a un jardín diferente al que utiliza el coche para vivir, donde he saludado al perro.

Elliot deja el balón en el suelo y le da una patada. La pelota viene muy rápido hacia mí y me golpea la pierna, pero no me duele nada, porque ha sido muy flojo.

“¡Lo siento! Tienes que pararla con el pie y devolvérmela de un golpe como he hecho yo. “ Lo intento y el balón no llega hasta donde está Elliot pero se queda muy cerca, así que él solo ha de dar un par de pasos para cogerlo y volver a chutarla hacia mí.

“¿Sabes qué? ¡Hoy una niña de mi clase ha vomitado en la mesa! jajajaja” Elliot se ríe y yo también, porque no sé muy bien qué hacer, pero me gustaría mucho saber más cosas del colegio.

“También he hecho un examen de matemáticas. Creo que me ha salido muy mal, así que no se lo digas a mamá, por favor.”

¿Que no se lo diga a mamá? ¡Ah,…! ¿Grace? Digo que sí con la cabeza y le devuelvo el balón. Esta vez ya he aprendido y le llega justo hasta sus pies.

Elliot continúa hablándome de su escuela y suena genial.

Me encantaría ir a la escuela y tener amigos que vomitaran en clase, hacer mal los exámenes de matemáticas y tener profes que huelen raro. Parece muy divertido porque Elliot sonríe todo el rato.

Ni siquiera sé muy bien qué significa apenas nada de lo que me ha contado, pero quiero entenderlo y quizás pueda ir con él a la escuela algún día escondido en su mochila, porque parece enorme y creo que yo cabría en ella.

Quizás incluso podría preguntarle a Grace y ella me dejaría ir, o Elliot podría preguntarle por mí. Mmmm, no, me gusta más la idea de esconderme en su mochila y poder ver primero cómo es sin que nadie me vea.

Durante la cena Elliot me enseña cómo sacar la carne del pollo de un mordisco sin tocar el hueso con mis dientes para no hacerme daño. Por fin puedo comer la comida de la gente normal y así comemos todos lo mismo.

Estoy muy contento porque está deliciosa, como la rosquilla de la comida.

La señora Touhey ha preparado guisantes y están muy calientes y sale vapor de la cazuela. Solo de recordarlos me empieza a doler el estómago y no quiero comerlos.

Pero no pasa nada, porque Elliot pone leche en un vaso y me lo acerca. Sabe igual que la leche con chocolate que me preparó Grace y me hace entrar ganas de volver a comer cookies otra vez.

Cuando hemos terminado toda la comida quiero volver de nuevo al parque. Me alegro mucho de tener ahora una manera para comunicarme, así que voy a por mi libro y lo abro por la página de los columpios para que Grace lo vea.

“¿Qué es esto?”- dice Carrick “Christian y yo hemos aprendido hoy cómo poder hablar sin utilizar palabras, así que ahora ya podrá contarnos muchas cosas, ¿verdad?, hemos estado trabajando con las letras y los dibujos”

Digo que sí muy feliz con la cabeza y Carrick también sonríe mientras me mira. Elliot se acerca corriendo y al ver mis dibujos se ríe.

“¡Son los columpios del parque! ¿Habéis ido a los columpios?” Digo que sí con la cabeza.

“Lo llevé de vuelta a los columpios y quiso probarlos de nuevo y estoy segura de que le han encantado, ¿a que sí?” Grace está más feliz que nunca y yo también. Quiero ir a columpiarme con Elliot.

“Mami, ¿podemos ir al parque de nuevo?” ¡Ahora Elliot también sabe lo que estoy pensando! Grace y Carrick asienten con la cabeza.

“Poneos los zapatos y vamos todos a los columpios y comeremos un helado de camino.”

Elliot pide un helado en un cucurucho y yo tomo lo mismo que él porque sé que sabe qué es lo que está más bueno. Después Grace le enseña cómo ayudarme a subir al columpio con las manos.

Elliot me empuja y se va corriendo a subirse al columpio que está a mi lado. Desde ahí me enseña a mover las piernas para que yo mueva el columpio sin necesitar a nadie que empuje las cadenas y voy muy rápido y veo el cielo y las nubes otra vez.

Cuando volvemos a casa Elliot se marcha corriendo a ver la televisión y Grace me acompaña al piano para enseñarme un trocito más de la canción.

Cada vez recuerdo más piezas así que suena genial y lo voy repitiendo una y otra vez. Estoy contento por este día. Estoy muy contento por tener muchos más días como este, junto a Carrick, Elliot y Grace.

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