Hemos entrado a mi mundo y estoy alucinando de placer. He follado a Anastasia atada a las muñequeras. Se ha corrido con los golpeteos de la fusta sobre su clítoris.

Ahora está cansada, a punto de dormirse. Pero yo necesito más de todo esto. Todavía tenemos mucho por hacer.

—Aguante, señorita Steele. Yo aún no he tenido bastante de ti. Pon las manos al frente como si estuvieras rezando.

Me mira sin terminar de comprender lo que viene, pero cumple mis órdenes sin duda. Voy a sorprenderla, lo sé.

Cojo las bridas de plástico para cables que he comprado en Clayton´s planeando este gran momento que, finalmente, ha llegado. Un nuevo objetivo cumplido.

No puedo evitar sonreír satisfecho. Mientras sujeto sus muñecas con una brida, le pregunto:

—¿Te resulta familiar?

Me responde con una mirada de asombro. Oh, se está dando cuenta de todo, su expresión es graciosa y, al mismo tiempo, excitante.

Lo que nadie puede dudar es que se ha despertado de golpe. Ya está aquí, nuevamente, con toda su atención disponible a lo que vendrá.

—Tengo unas tijeras aquí. —Se la muestro para que las vea—. Te las puedo cortar en un segundo.

Responde sin alarmarse. Creo que intenta comprobar si la atadura es segura. Tira de las muñecas. Luego, relaja su cuerpo. Perfecto, va llevando todo muy bien. Pasemos al siguiente paso.

—Ven.

La llevo de las manos hasta la cama de cuatro postes.

Ana mira la cama, trata de registrar todo, expectante de lo que sucederá. Está entregada, pero atenta.

—Quiero más… muchísimo más —pronuncio en voz baja y penetrante junto a su oído.

Las palabras reactivan algo en ella. Siento que cada vez más algo se reactiva dentro de ella.

—Pero seré rápido. Estás cansada. Agárrate al poste —le indico.

Algo de mi orden la desconcierta. ¿Esperaba otra cosa? No tengo tiempo para pensar, hemos entrado en acción.

Me hace caso, pero me mira extrañada. Doy nuevas órdenes, para ayudarla a entender.

—Más abajo. Bien. No te sueltes. Si lo haces, te azotaré. ¿Entendido?

—Sí, señor.

—Bien.

Hemos entrado en un ritmo perfecto. Obedece, responde lo correcto. Avanzo con seguridad.

Sé cómo sigue esto. Mi erección aumenta solo con imaginarlo.

Voy por detrás de ella. La cojo de las caderas y la elevo hacia atrás. Ana está agarrada al poste y se deja guiar por mis movimientos.

—No te sueltes, Anastasia. Te voy a follar duro por detrás. Sujétate bien al poste para no perder el equilibrio. ¿Entendido?

Me responde un sí tímido y poco convincente. Me enfada escucharla. Le doy un azote en el culo. Con la mano bien abierta, para que le duela y recuerde.

—Sí , señor —comprende enseguida.

—Separa las piernas.

Cuando lo hace, meto una pierna entre las suyas y la cojo de las caderas. Me encanta tenerla así.

—Eso está mejor. Después de esto, te dejaré dormir.

Si es que Anastasia Steele estaba cansada, luego de obtener lo que deseo, la dejaré tranquila. Por supuesto que podrá relajarse, pero antes tenemos algunos asuntos pendientes. Ha sido demasiado tiempo imaginando este momento para dejarlo pasar tan rápido.

Veo que está entrando cada vez más en lo que está sucediendo. Acaricio su espalda y su cuerpo reacciona.

—Tienes una piel preciosa, Anastasia.

Dulcemente doy pequeños besos en su espalda.

Con las manos, tomo sus pezones y los pellizco con delicadeza. Doy suaves mordiscos en su cintura. Observo su culo con placer. Lo deseo mucho.

Me quito el vaquero de una patada y me pongo el condón.

—Tienes un culo muy sexy y cautivador, Anastasia Steele. La de cosas que me gustaría hacerle.

Lo acaricio y paso mis manos por sus nalgas. Luego, llevo mis dedos hacia abajo y meto mis dedos en su vagina.

— Qué húmeda… Nunca me decepciona, señorita Steele.

Ana es maravillosa, siempre tan perceptiva, me fascina entrar en contacto con su cuerpo.

— Agárrate fuerte…esto va a ser rápido, nena.

La cojo de las caderas. Voy hacia delante y agarro su trenza. La enrosco en mi muñeca y sostengo su cabeza. Tiro de su pelo y entro en su cuerpo al mismo tiempo.

Llego hasta el fondo. Luego, salgo de ella con mucha lentitud. Y vuelvo a entrar, de golpe. Ella cede hacia adelante.

—¡Aguanta, Anastasia! —le grito.

Ana hace el intento de sostener su cuerpo y lo consigue. Se agarra fuerte al poste y puedo moverme, entrando y saliendo de su cuerpo.

Clavo mis dedos en sus caderas.

El placer aumenta en cada embestida. Gimo cada vez más fuerte.

Nuestras respiraciones se aceleran. Avanzo.

Oh, nena, quiero que te corras una vez más para mí.

Y, sin embargo, Anastasia parece que no se correrá. Lo que me desespera y aumenta mis movimientos.

Hasta que, tras entrar muy profundo en ella, me detengo.

—Vamos, Ana, dámelo —mi voz suena como un gruñido desesperado.

Entonces, siento su liberación y acompaño con la mía. Siento que el orgasmo es larguísimo y profundo.

En un momento, Anastasia pierde el sentido. Me recuesto en el suelo y la pongo sobre mí.

¿Estará bien? Por un momento, me asusto, pero pasa rápido, cuando veo que se recupera.

Apenas veo que abre los ojos, le indico que levante las manos.

Me hace caso.

Es fantástico verla así.

Parece cansada. Yo también lo estoy. Ha sido maravilloso.

Entonces, abro las tijeras y corto el plástico que ata sus muñecas.

—Declaro inaugurada esta Ana.

Y ella ríe, feliz.

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