De: Christian Grey
Fecha: 13 de junio de 2011 10:00 h
Para: LukeSawyer
Asunto: Jack Hyde
Sawyer necesito que me envíes inmediatamente toda la información relativa a Jack Hyde, de SIP. Personal, profesional, legal, alegal e ilegal. Todo. Con quién se relaciona, con quién trata, dónde vive y a qué dedica su tiempo libre. Y lo quiero ya. Tiene planeado un viaje a Nueva York esta semana para asistir a un congreso. Quiero su agenda, sus horarios, con qué compañía va a volar y de dónde ha salido el dinero para pagarlo. Y lo más importante, si hay alguien más en esas reservas. Dónde se va a alojar y qué habitaciones tiene reservadas. Encuéntralo todo.
Y necesito que accedas a los servidores de SIP y borres todos los mensajes personales entre Anastasia Steele y yo. Elimina cualquier rastro para que no se pueda trackear.
Christian Grey
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
- ¿Señor Grey? –la voz de Andrea sale del otro lado del intercomunicador.
- Dime, Andrea.
- Ross está aquí fuera.
Busco mi reflejo en el cristal de la fotografía familiar que me regaló Grace cuando abrimos las oficinas de Grey Enterprises Holdings, estudiando hasta qué punto se me nota lo cabreado que estoy. Pero no, no se nota. Soy un profesional del disimulo. Del mantenerme implacable. Imperturbable. Si no, tal vez no habría conseguido sobrevivir.
- Dile que pase.
Media hora más tarde Ross abandona mi despacho con el contrato firmado por los japoneses debajo del brazo. No ha hecho falta ni siquiera esperar a que se hundieran por su propio peso: evidentemente, han reconsiderado nuestra oferta y han terminado cediendo. Eso les honra, era lo único inteligente que se podía hacer. Es extraño que no supieran que con las industrias Grey no se juega. Esperemos que se corra la voz por el lejano oriente, y nuestros planes de expansión al este de la India tengan buen comienzo.
- Enviaré ahora mismo los documentos a Nueva York para que los revisen antes de que se haga efectiva la compra, señor Grey –dice, cerrando la puerta tras de sí.
Nueva York… la ira vuelve a apoderarse de mí. Reviso mi correo y encuentro las notas de Andrea sobre los eventos literarios en la Gran Manzana. Es cierto, hay una convención de pequeños editores esta semana. Muy bien. No es del dominio público que SIP es mía, pero lo es. Y como el resto de cosas que son de mi propiedad, está bajo mi control.
Con un par de gestiones rápidas puedo dar por zanjada la cuestión.
- Andrea, llama a alguien de contabilidad. A alguien de confianza, y que venga a mi despacho inmediatamente –le digo a mi secretaria desde la puerta.
- Sí, señor Grey.
Mientras espero a que venga alguien de mi equipo personal, reviso en los archivos la ficha de Jack Hyde que me ha enviado Sawyer. Este tipo es repugnante. Por lo que parece no ha conseguido nada por sí mismo, tiene un largo historial de enfrentamientos con compañeros, jefes y subordinados. Desde que llegó a la junta directiva de la editorial han sólo han pasado por su plantilla mujeres. Todas jóvenes. Y todas atractivas. Todas ellas han durado extrañamente poco y dos presentaron denuncias al defensor del trabajador por acoso sexual, aunque ninguna de las dos denuncias prosperó. Este cabrón hizo algo para que levantaran los cargos antes de que llegaran a nada. Maldito cerdo… Esto explica por qué ha elegido a Anastasia como ayudante, a una persona sin ninguna experiencia, recién licenciada y sin apenas hacerle una prueba. La SIP la lleva él a su gusto desde el principio. A pesar de que no es más que el editor jefe, maneja los hilos a placer sin encomendarse a nadie, y por lo visto el hasta ahora dueño lo había permitido. Eso se va a terminar. De su vida personal no hay apenas datos, aunque Sawyer sigue en ello.
Pero lo más preocupante viene después. Efectivamente, tiene dos reservas realizadas con la TransWorldAirlines el miércoles, una a su nombre y la otra al de Anastasia. Pero una sola habitación de hotel en Nueva York. Una habitación doble. Con una sola cama. El hotel Casablanca en Times Square. Y, al lado, entre paréntesis, hay una nota personal de Sawyer. Ha comprobado si es que no había más habitaciones libres en todo el hotel, pero no es así. Tienen disponibilidad completa. Este capullo quiere tirarse a mi Anastasia. En el momento en el que termino de leer llaman a la puerta. El Robertson, de contabilidad.
- Buenos días, señor Grey. Andrea me ha dicho que quería verme.
- Así es, pasa –le indico con un gesto que se siente-. Como sabrás, la semana pasada hicimos una operación poco usual en industrias Grey. Compramos una pequeña editorial de la ciudad, la SIP, que se encontraba a punto de entrar en suspensión de pagos.
- Lo sé, yo mismo me encargué de los detalles de la operación –responde, tomando asiento.
- Bien. La idea era dejar que su propio equipo siguiera haciéndose cargo de toda la gestión, bajo nuestra supervisión, hasta que la compra se haga pública dentro de unas semanas. Mientras tanto estamos tanteando expertos para colocar en la junta directiva y reflotar el negocio. Pero vamos a realizar un pequeño cambio en la estrategia, y voy a necesitar una persona de confianza integrada en su departamento de contabilidad a partir d ella.
- ¿Quiere que sea yo, señor Grey? –pregunta, halagado.
- Así es, R… -hago un esfuerzo para recordar su nombre. ¿Reynolds? ¿Rogers? –Robertson.
- Con mucho gusto, señor.
- Bien. Necesito que empiece por tomar el control de sus libros de cuentas. Que cualquier decisión pase por ti. Cualquiera. Hasta el gasto más pequeño. Quiero que no se autorice nada sin que yo lo sepa. Empezando por un viaje que tiene previsto el editor jefe, Jack Hyde. Hay que sanear las cuentas desde ahora mismo así que en ese viaje estaban autorizadas dos personas, y ahora sólo lo estará una. Él mismo. Sin ayudantes.
- Pero, ¿no se opondrán? Tengo entendido que nadie allí sabe exactamente en qué ha consistido la compra por nuestra parte.
- Así es, y así tiene que seguir. Cambiaremos los códigos de acceso a la nube en todo lo que a gestión se refiere. Sobre todo las cuentas. Voy a ordenar una auditoría de personal y financiera, pero mientras tanto quiero que sea todo opaco para ellos. Así no habrá problemas. Sencillamente, no tendrán acceso.
- Muy bien, señor Grey.
- Gracias, Robertson. Eso es todo.
- ¿Quiere que trabaje desde allí? Puedo trasladarme a sus oficinas.
- Sí, así tendremos acceso directo a sus archivos físicos también. Avisaré a la junta directiva de que te preparen un despacho esta misma mañana.
Robertson se despide y se marcha. Las noticias no caen muy bien en la SIP. El antiguo dueño recibe con desconfianza la noticia de que mis contables serán desde ahora mismo los que se ocupen de sus finanzas, pero no puede hacer nada más que aceptarlo. No es una sugerencia. Es una orden. Porque el dueño ahora soy yo.